Si empezara este artículo diciéndote que pienses en alguna persona de tu alrededor o personaje público que creas actúa con libertad de espíritu, seguro que te costaría un rato identificar a una persona concreta y, es que andamos escasos en este mundo de personas que actúen con verdadera libertad, y sin estar calculando siempre las acciones según sus propios intereses, según las encuestas les hagan subir o bajar, según esto le beneficie…
Por ello creo que necesitamos una y otra vez volver a nuestro interior y renovar día a día nuestro sentido de vida para no dejar que los ritmos y la vida nos arrebaten esa libertad de espíritu, porque «solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce al fin para el que hemos sido creados» como nos dice Ignacio de Loyola en sus ejercicios espirituales, alcanzaremos esa meta, sin más criterio que hacer Reino, aunque a veces esa libertad de espíritu nos genere conflictos, nos complique la vida, nos haga tomar decisiones muchas veces no entendidas por los demás o ser impopulares.
Cuando descubrimos a una de esas personas que viven desde esta libertad de espíritu, enseguida nos llama la atención su forma de actuar sin depender de lo exterior –como mera provocación– sino desde una convicción interior que hace que sus acciones trasciendan lo inmediato y lo esperado en favor del bien común como sentido de vida.
Ojalá cada uno de nosotros, en nuestro día a día, –y los llamados a liderar nuestra Iglesia, nuestras instituciones, o nuestro mundo…– entendamos que la libertad de espíritu debe ser la máxima por encima de los intereses individuales como único camino para generar vida y en abundancia.
Si alguien puede ser un modelo claro en este aspecto es Jesús de Nazaret, que vivió con una libertad de espíritu que lo llevó a una vida de compromiso sin olvidarse ni un momento al fin para el que había sido enviado.
¡Adelante!