¿Quién no ha escuchado o rezado alguna vez esta escena del evangelio de Lucas?
¿Quién en su vida no ha exigido lo que le corresponde, se ha ido y luego ha tenido que regresar con la cabeza baja; o quién no ha sido cabezota y se niega a entrar en razones como el hijo mayor… o quién, por qué no, no ha sido alguna vez ese padre que acoge, perdona y entiende a quien se acerca a su lado?
…Cuando aún estaba lejos, su padre lo vio y, profundamente conmovido, salió a su encuentro, le abrazó y lo cubrió de besos…
«Me acerqué a El regreso del Hijo Pródigo de Rembrandt como si se tratara de mi propia obra: un cuadro que contenía no sólo lo esencial de la historia que Dios quería que yo contara a los demás, sino también lo que yo mismo quería contar a los hombres y mujeres de Dios En él está todo el evangelio. En él está toda mi vida y la de mis amigos. Este cuadro se ha convertido en una misteriosa ventana a través de la cual puedo poner un pie en el Reino de Dios.»