Byung-Chul Han ocupa ya espacio en muchas bibliotecas personales. Sus últimos textos, siempre breves y enjundiosos, han diseccionado nuestra sociedad y muchas de sus tensiones. Los títulos han sido siempre elocuentes y su crítica empatizaba con el lector preocupado y atento a la cultura y sus desaires. Sin embargo, para sorpresa de no pocos, esta última contribución se aleja del pesimismo encubierto de realismo y se asoma al horizonte de las posibilidades humanas: la esperanza. En tres breves capítulos en torno a la acción, el conocimiento y la forma de vida, con su estilo característico de frases breves y conceptos extraídos de múltiples fuentes, Han aterriza en la esperanza como ganas de vivir, como resistencia activa y amorosa, y como horizonte de vida capaz de acoger la novedad. Sin esperanza, según Han, el ser humano quedaría inhabilitado para existir de cara a un acontecimiento desbordante en el que confiar.

¿Por qué leer «El espíritu de la esperanza»?

En primer lugar, porque hará bien. En medio de un ambiente decaído, si no decadente, donde los intelectuales se jactan de saber todo lo malo porvenir, aquí hay un proyecto cuya singularidad es la bondad. La esperanza y la bondad van inrínsecamente unidas entres los seres humanos. En segundo lugar, porque es efectivamente un libro asequible y de lectura fácil. Lo cual, dicho sea de paso, no es tan simple como parece. Hablar de ciertos temas requiere capacidad conceptual y sintética. Han es capaz de escribir para un gran público de temas densos. Y tercero, porque abarca una virtud (teologal para los cristianos) sin pretensión de dejarla reducida a la espera confiada pero inactiva, ni a la actividad ingenua pero dispersa. Es muy importante comprender esa esperanza de la que Han habla implicada en la vida desde dentro.  

“El optimista no necesita razonar su actitud. En cambio, la esperanza no la hay sin más como algo obvio. Nace. Muchas veces hay que suscitarla y concitarla expresamente. A diferencia del optimismo, falto de toda resolución, la esperanza activa se caracteriza por su entusiasmo. El optimista no actúa de propio. Toda acción conlleva un riesgo. Pero el optimista no arriesga nada.” (p. 20)

Editorial

Herder

Año de publicación

2024

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