Todos los cuentos tienen un tema común: el Amor. El amor mal entendido que destruye, o el amor que plenifica; amores que matan, o que dan vida; amores que hacen vivir una tregua en nuestra oscura vida, o que nos hacen ser tregua para otros; el amor que hace salir lo mejor de nosotros, o nos hace ver lo mejor de los demás; el amor que nos hace creer en los sueños, e incluso los hace realidad; el amor que nos hace recordar; el amor que hace superar las dificultades; el amor, en definitiva, que da un sentido a la vida. Padres, madres, hijos, abuelos, amantes, esposos, esposas,… van enseñándonos a amar a través de sus aciertos y sus fallos.
¿Hay algo más divino y, por ello, más humano que el amor? ¿Hay algo más humano que la debilidad, o el pecado? ¿Hay algo más grande que la esperanza? Quizá sea posible una lectura creyente de estos cuentos: en medio de tanta miseria, en la profundidad de nuestros corazones, y en la historia humana, siguen quedando múltiples signos de esperanza y fe en que algo hermoso es posible construir, algo que nos acerque a ese maravilloso sueño de Dios en nosotros.
Los cuentos de mil y una noches nos harán vivir, pero no por alejarnos de una realidad oscura y difícil, sino por mostrarnos la luz que podemos poner en esa realidad.