Superado el discriminador, contra las mujeres, sistema feudal que le tocó sufrir a su abuela, teniendo que huir con su hija de las garras del Señor de la guerra al que se sentía obligada como concubina, y después de unos años inciertos de guerra civil; su madre se convirtió desde muy joven en una intrépida defensora de la revolución comunista en China, siendo después víctima de la revolución cultural (1965-66) organizada por Mao para depurar toda huella burguesa y capitalista que pudiera quedar en el partido y en aquel gran país. Esta contrariedad es lo que va a llevar a nuestra autora a rebelarse contra la tiranía impuesta por Mao y a exiliarse en 1978 de su tierra natal. Estamos ante una novela que narra no solo el incierto y esperanzador devenir de tres mujeres, sino el de todo un gran país, aún desconocido, China, a lo largo de todo el siglo XX, en su cultura, paisaje, historia, costumbres, creencias y principios morales.
«Mi padre no cesaba de recordarme que el hecho de poder estudiar en una estancia amplia y fresca, dotada de un suelo de tarima y de una ventana con mosquitera constituía un enorme privilegio. ‘No debes pensar que eres superior a ellos –decía–. Sencillamente, tienes la suerte de vivir aquí. ¿Sabes para qué necesitábamos el comunismo? Para que todo el mundo pueda vivir en casas tan buenas como la nuestra e incluso mejores’».