Son muchas las propuestas para ayudarnos en la oración en los días más decisivos de la vida de Jesús: el viacrucis, las Siete Palabras… Este libro pretende lo mismo pero con una invitación más original: llevarnos a aquellos lugares donde Jesús vivió los momentos más decisivos de su existencia. Se trata de acompañar al Señor en los lugares donde Él se entregó (el cenáculo), confió en el Padre a pesar de su propio miedo y angustia (el Huerto de los Olivos), experimentó la negación de aquél a quien había formado con tanto cariño (el patio donde Pedro le negó), le arrebataron la vida infringiéndole el castigo reservado para los peores criminales (el monte) y nos mostró con su resurrección que, desde Dios, al final la vida se imponte sobre todas las muertes que nos acechan (el jardín). Cada capítulo parte del fragmento del Evangelio que narra la presencia de Jesús en ese lugar, para luego llevarnos a profundizar ese fragmento evangélico en nosotros mismos, ensanchar el horizonte alargando la mirada y, finalmente, dejarnos transformar por lo contemplado. Todo ello a través de un lenguaje sugerente, con imágenes profundas y buenas pistas que ayudan al lector-orante a contemplar al Señor que muere y resucita por cada uno de nosotros.
«Subir a la habitación de arriba y ver a Jesús levantándose de la mesa, cambiando el lugar donde se sientan los señores por aquel en el que se mueven los que sirven, situándose en esa otra perspectiva desde donde se ven de cerca el barro, el polvo, el mal olor, la suciedad…: todo eso que los sentados a la mesa ignoran o piensan que no les concierne. A ras del suelo y en contacto con los pies de los demás, se produce un cambio de plano que revela lo elemental de cada persona, su desnudez, las limitaciones se su corporalidad. Jesús se había quitado el manto y, con él, toda la pretensión de poder o dominio. Con la toalla ceñida y de rodillas, como el último de todos, iba lavando los pies de sus discípulos» (páginas 16-17).