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Desde hace unos días las redes se han llenado de imágenes de Carlo Acutis, después de que se abriera su sepulcro de cara a su próxima beatificación, que se celebra este 10 de octubre. Muchos han quedado impresionados por su apariencia juvenil, tanto en su rostro como en su atuendo. Otros se preguntan por qué sobre su sepultura se encuentra grabado el anagrama IHS, puesto que, si no era jesuita ¿Qué sentido tiene que este símbolo se encuentre delante de su cuerpo?

Para responder a esta última pregunta, así como para acercarse a la vida de Carlo Acutis (y no solo a su sepulcro), puede ser de gran ayuda este libro del jesuita Francesco Occhetta. En él, su autor nos narra la vida de este joven, muerto a causa de la leucemia con tan solo quince años, que la Iglesia hoy propone como modelo de persona fiel a Jesús y al Evangelio hasta el final.

Para Occhetta, Carlo es una persona de hoy y de otro tiempo a la vez (como ocurre con la vida de muchos santos). Nació en una familia alejada de la Iglesia, pero, desde niño sintió a Dios tan cerca, que acabó llevando a sus padres de nuevo a la fe. Estudió en el colegio León XIII, de los jesuitas de Milán, y allí se distinguió siempre de sus compañeros por su interés por la persona de Jesús y por la Iglesia. Y, pese a ser diverso a ellos en muchas cosas, sin embargo, fue popular y querido por todos. Hacía deporte, jugaba a la Playstation, le gustaban los Pokemon, etc. Sin embargo, Carlo tenía claro que su horizonte en la vida no estaba allí, sino en aquel que marcaba Jesús. Por eso, Francesco Occheta narra que cuando un jesuita del colegio les explicaba en qué consistía la CVX, Carlo fue el único de sus compañeros en afirmar de modo espontáneo: «a mi me interesa este itinerario evangélico que usted propone».

Pese a tratarse de un libro breve, a lo largo de sus páginas se pueden encontrar multitud de anécdotas y narraciones que, poco a poco nos permiten acercarnos a la personalidad de Carlo Acutis. Quizá con algunas nos sintamos más identificados, y con otras menos, pero lo cierto es que se puede intuir que en la vida de este joven latió siempre con mucha fuerza el amor a Jesús, al que él encontraba especialmente en la Eucaristía. Un amor que no encerró a Carlo en sí mismo, ni en una devoción intimista, sino que lo impulsó hacia fuera, hacia los demás, de dos maneras principales. La primera de ellas a través del incipiente internet. Y es que Carlo Acutis fue uno de los primeros ‘ciberapóstoles’. La segunda, fue su preocupación por los pobres, a los que, a pesar de su juventud, ayudó con amor, creatividad y eficiencia.

Por último, el libro nos ofrece una reflexión profunda e interesante sobre un tema que nos preocupa y asusta a la vez: la muerte:

En nuestros días, sobre todo entre los jóvenes, nos cuesta siempre mucho trabajo hablar de una vida más allá de la muerte. Desde el momento en que Nietzsche, en su obra La Gaya Ciencia proclamó «¡Dios ha muerto!», pensamos ¿Cómo es posible pensar lo que viene después de la muerte es un encuentro con la plenitud de la vida?

Pero aquí no nos encontramos con la idea de un filósofo que ha logrado condicionar a generaciones, sino que estamos frente a la vida de un chico que tambalea nuestros convencimientos ateos. Si hoy intentamos alejar la muerte con la estética y el mito de la eterna juventud, la vida de Carlo nos enseña a mirarla sin miedos, desde la eternidad de Dios. (pp. 35-36)

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Editorial

Velar

Año de publicación

2020

Páginas

47

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