Vivimos en una sociedad donde debemos tenerlo todo claro. A qué partido político votar, dónde posicionarte ante un tema concreto, la vocación en nuestra vida, incluso la propia fe de cada uno. Cuando avanzamos en nuestra vida, surgen diferentes situaciones que nos hacen dudar, pensar si donde estamos o por lo que estamos pasando es bueno, si creo en lo que me rodea, en cómo me comporto… ¿Esto es bueno? San Ignacio se refiere a dudar como el discernimiento, y esto es, en pocas palabras, la capacidad para ver qué es de Dios y qué no es de Dios. Por ello pienso que, si no dudamos, no adquirimos esa perspectiva para poder ver dónde está Dios en el camino de cada una de nuestras vidas.
Durante mi vida, he tenido momentos donde he necesitado dudar. De mi fe, de cómo me comporto en mi vida, de dónde me quiere Dios profesional y personalmente, etc. Han sido momentos difíciles, unos más largos y otros más cortos, donde poco a poco siento que he ido avanzando junto a Él. Es por ello, que creo que el lema de este curso puede resonar también en “libres para dudar”. Sin embargo, en el dudar (así como en el discernimiento) hay un elemento que considero importante: vivirlo acompañado.
De las dudas se puede salir solo, pero la ayuda, consejos, lecturas, formación o testimonios de otros te pueden ayudar a resolver esas dudas y seguir avanzando. El apoyarse en otros forma parte de este proceso y te da aún más libertad sobre cómo abordar cualquier asunto, pues como dijo el Papa Francisco: “confrontar nuestra vida con otra persona que tenga experiencia, es de gran ayuda para conocernos a nosotros mismos”



