«Hay dos clases de piedad. Una, la débil y sentimental, no es más que impaciencia del corazón por librarse lo antes posible de la embarazosa conmoción que padece ante la desgracia ajena, esa compasión no es compasión, es tan solo apartar instintivamente el dolor ajeno del propio espíritu. La otra, la única que cuenta… la compasión no sentimental, pero creativa, sabe lo que quiere y esta decidida a resistir, paciente y sufriente, hasta sus últimas fuerzas e incluso más allá. Solo cuando se llega hasta el final, hasta el más extremo y amargo final, solo cuando se tiene la gran paciencia, se puede ayudar a las personas. Solo cuando uno se ha sacrificado al hacerlo, solo entonces».
Stefan Zweig (La impaciencia del corazón)