Recuerdo que en el colegio me explicaron que el gas tiende a expandirse para ocupar todo el espacio del continente que lo acoge. Así, si se encuentra en un recipiente muy pequeño, estará enormemente concentrado, ocurriendo lo contrario si se halla en uno muy grande. Pues bien, cada vez que llega el tiempo de exámenes, me acuerdo de esta explicación y la aplico a lo que yo llamo la «teoría del gas» adaptada a los estudios. Ésta consiste en que, el estudio y preparación de un examen tenderá a expandirse o concentrarse en función del tiempo que tengamos para ello. Así, si disponemos de diez días para estudiar cuatrocientas páginas, pasaremos todos y cada uno de ellos sentados delante de los apuntes. Pero si, por el contrario, para estudiar ese mismo examen, tenemos únicamente día y medio, pasaremos también ese día y medio estudiando sin parar.
Siendo verdad que la preparación de un examen para el que tenemos menos tiempo suele ser menos profunda y más mediocre, creo que también es cierto que no por disponer de más días uno se asegura un estudio más profundo y concienzudo. Puesto que, al disponer de más tiempo, solemos estudiar mientras escribimos wasaps, nos levantamos una y otra vez a comer algo, hacemos descansos y pausas interminables etc. Y así, paradójicamente, muchas veces dedicamos el mismo tiempo ‘neto’ de estudio para un examen, independientemente del tiempo que dispongamos para prepararlo. Sin embargo, lo malo de expandir nuestro estudio y perder tanto el tiempo, es que nos hace dejar de lado otras actividades como pasar ratos en familia o con los amigos, el voluntariado y los compromisos, la lectura, el deporte, etc. cuando, habiéndonos organizado mejor, habríamos podido compaginarlos sin demasiados problemas.
Creo que este ejemplo tan gráfico del estudio puede aplicarse también a otras muchas realidades de la vida en las que el agobio, el estrés o la preocupación hacen que ni hagamos lo que tenemos que hacer, ni dispongamos del tiempo necesario para hacer otras cosas que nos gustaría. San Ignacio de Loyola en una carta a los estudiantes del Colegio de Coimbra les decía que «vale más un acto intenso que mil remisos; y lo que no alcanza un flojo en muchos años, un diligente suele alcanzar en breve tiempo». Y es que, en el fondo está en nuestras manos decidir cómo queremos organizar el tiempo de nuestra vida: de una manera intensa o remisa, como un gas que se contrae o se expande. El estudio es una buena manera para ensayarlo, pero sin duda, existen otros muchos ámbitos en los que podemos hacerlo.