Suelo ir frecuentemente a misa e independientemente de la iglesia a la que vaya, me doy cuenta de que la primera fila de bancos está siempre vacía, o con suerte hay una persona. Me pregunto por qué nos asusta ponernos en primera línea.
En la vida muchas veces evitamos dar nuestra opinión. En cualquier iniciativa casi siempre esperamos, al menos a ser los segundos para dar un paso al frente. Compartiendo en grupos siempre queremos que alguien empiece y no nos toque ser a nosotros los primeros. Pero, ¿nos pasará lo mismo con el Señor? ¿Nos dará miedo ponernos tan cerca, ponernos tan a tiro, delante de Él ? ¿Esperaremos a que Él dé el primer paso desde la distancia de los bancos de atrás?
No me encanta la frase de «quién no arriesga no gana», pero creo que en esta ocasión es bastante oportuna. El que no arriesga a ponerse cara a cara delante del Señor, el que no se lanza a sus brazos primero, al que no le dé miedo armarse de valor para decirle que sí a Dios. El que se pone en el primer banco para adentrarse en el amor De Dios, esa persona que arriesga y da el primer paso, ese que se ha atrevido a salir de su zona de confort y salta al vacío sin poder controlar la situación, pero confiando en que las manos de Jesús van a estar ahí para cogerlo… Ese que arriesga, sin duda en este caso, ganará seguro. Gana una unión con Dios en quien deposita toda su confianza. Y deja a un lado el miedo o ese «no sé que» que nos da ponernos en las primeras filas de la vida.