La misma pregunta ya parte de un cierto equívoco. ¿Acaso es excluyente? ¿No puede ser ambas cosas? De hecho, en ocasiones lo es. ¿No se contrata a personas como pastoralistas en centros e instituciones? Y eso puede ser vivido por la persona como una opción vocacional, al tiempo que es su trabajo y forma de vida. Hay profesiones que son vocacionales. Nadie se preguntaría si el ejercicio de la medicina, o de la docencia, es una vocación o un trabajo. Ojalá fuera siempre un trabajo vocacional. Pues bien. Eso mismo hay que decir sobre la pastoral juvenil.
Una vez clarificado esto, hay un punto que invita a la reflexión. Es muy difícil restringir la actividad pastoral al límite de una estructura laboral. No son puras horas que puedan encajarse perfectamente en una planilla. Menos aún cuando hablamos de pastoral con jóvenes. Hay tiempo perdido, tiempo informal, actividades que requieren pasar días, tareas que no son remuneradas porque sería imposible sostenerlas. ¿Cómo se contabilizan las horas echadas en una JMJ? ¿Organizar unas convivencias de fin de semana da derecho a recuperar dos días por día festivo trabajado? Y marchar a hacer una peregrinación de diez días, ¿eso cómo se «paga»?
No hay una respuesta fácil. Entran también aquí otras consideraciones, como la conciliación familiar. Y tratar de entrar en el mundo de las comparaciones –¿quién se implica más? ¿quién da más? ¿quién trabaja más?– termina generando malos rollos y desmotivando a quienes sienten que sobre ellos recae más peso.
Personalmente, me atrevo a decir que ojalá la pastoral juvenil nunca sea sólo trabajo. Porque entonces será insuficiente. Si es únicamente trabajo se puede cumplir con unas horas, claro que sí, pero faltará la determinación, la convicción y la motivación para afrontar los desiertos –que los hay– y en cierto punto faltarán también las ganas de innovar, de crear y de buscar nuevos caminos (que siempre son necesarios en un mundo como el juvenil, tan cambiante). Y si es sólo trabajo, o si por el hecho de que es «mi empleo» olvido la parte de gratuidad, pasión y exceso a la que un día me sentí llamado, entonces ojalá alguien me ayude a recuperar la perspectiva.
Un último deseo. Hay gente que vive claramente la pastoral juvenil como su misión en una etapa de la vida –ya sea por opción, por destino dentro de una congregación religiosa, o por las circunstancias que sean–. Pues bien, ojalá estas personas no caigan en la trampa de exigir en los otros una pasión que no siempre va a estar. Porque, si eliges el camino de medir y comparar, terminarás sucumbiendo a la lógica de mínimos. «¿Es que soy yo el más tonto del Reino?»