Como una partera, preparada para todo lo que pueda surgir pero en especial y siempre para algo único: dar la bienvenida a algo tan nuevo como es la vida. Una vida que aflora para las personas en cada decisión, en cada amistad, en momentos de reconciliación y en los gestos de amor o servicio. Unas manos firmes que permiten avanzar, vivir, descubrir, salvarse, cambiar, sentirse cuidado, seguro, único, atendido.

Hace el partero que nos abramos a cambios, que pasemos página, que respiremos por primera vez del aire que nos permitirá vivir el momento, que recojamos en nuestro caminar lo que nos hace aprender para retomar la historia más adelante, con fuerzas y un aliento nuevos. Toda su experiencia, sus conocimientos y su habilidad fijos en dar lo mejor, y servir de paso a algo que me redefina, me estructure y me regale una oportunidad sin marcas.

La vida es demasiado preciosa como para malgastarla y es Dios quien me abre los brazos cada día para verme nacer de nuevo y darme su propia bienvenida. 

Te puede interesar