«La alegría que encuentra el marido con su esposa, la encontrará tu Dios contigo.» (Isaías 62, 5).
Si escuchamos las canciones de moda -reguetoneras, electrónicas y demás- me temo que vislumbraremos imágenes de relación de pareja poco evangélicas. En ellas predomina un cierto ritmo machista, al compás de una sexualidad disociada del afecto, bajo melodía de un amor líquido de “usar y tirar”, y que invita al baile de noviazgos y compromisos “mientras dure”.
Ya los antiguos profetas denunciaban la infidelidad de Israel ante la Alianza con Yahvé. Usaban la imagen de la constancia de quien pelea por su ser querido: “Ya no te llamarán la Abandonada ni a tu tierra la Devastada, a ti te llamarán mi Preferida y a tu tierra la Desposada, porque el Señor te prefiere a ti, y tu tierra tendrá marido. Como un joven se casa con su novia, así te desposa el que te construyó; la alegría que encuentra el marido con su esposa la encontrará tu Dios contigo.” (Isaías 62, 4-5)
La Navidad supone el cumplimiento de esa promesa: Dios se casa con la humanidad para siempre, la encarnación supone “asumirlo todo menos el pecado”. Y eso no es por un tiempo, ni está sujeto a los caprichos del momento. Dios asumió nuestra condición con la voluntad expresa de mantener su fidelidad para siempre, con lo que eso supone de sacrificio, de esfuerzo y de generosidad por cuidar ese vínculo amoroso.
¿Tiene encaje una apuesta así en el mundo de hoy? La música de moda no ayuda a ver dicha promesa hecha realidad. Pero sí creo que muchas canciones de antes educaban en esa dinámica encarnatoria que pone “toda la carne en el asador”: pensando en el otro antes que en uno mismo, recordando y renovando continuamente la promesa, y luchando para llegar hasta el final -y hasta el extremo- de la misma. Me viene a la cabeza una canción de José Luis Perales: “Mientras duermen los niños”. Décadas después al escucharla me sigue emocionando porque me suena profundamente profética: contracultural, esperanzada y reflejo del modo del “Dios con nosotros”, el “lo volveré a intentar” que sigue haciendo que amanezca cada día.