La revista Time ha publicado su lista anual sobre las cien personas más influyentes del mundo. En ella hay nombres para todos los gustos. Desde el Papa Francisco a Alfonso Cuarón, pasando por Hillary Clinton o Cristiano Ronaldo. Gente de todas las esferas. Políticos, artistas, estrellas del deporte, activistas sociales… (la propia revista los clasifica y divide entre “titanes”, “pioneros”, “líderes”, “artistas” e “iconos”). La variedad invita a pensar. Hay distintas formas de influir en los demás. A través del pensamiento, de la creatividad, por ocupar posiciones de poder, por tener acceso a los medios de comunicación, por dar algún paso especialmente valiente en un mundo que necesita héroes… Todos podemos ser determinantes para otros. Con nuestros pasos o nuestros silencios. Y muchos quizás ni nos damos cuenta de la importancia que tenemos en otras vidas.
Eso debería ser motivo para una reflexión profunda. La mayoría no ocuparemos portadas ni daremos grandes titulares. Pero cada uno de nosotros puede ejercer la responsabilidad para con los otros, o abstenerse. Porque hay otros que, tal vez, te miran, se fían de ti, necesitan encontrar en ti apoyo, respuestas, humanidad… Y del mismo modo también nosotros podemos dejarnos influir por unos modelos u otros, y elegimos a quién damos cancha en nuestra vida. Hay gente que, acaso sin ellos saberlo, son modelo, referencia, nos miramos en ellos… Y nos ayudan a creer, en tanto. En la medida en que podamos, es deseable que pongamos nuestras capacidades, talentos e influencias al servicio del bien común, de un evangelio real y aterrizado, y de una justicia que es parcial a favor de los más débiles. Y también en la medida que podamos, ojalá admiremos y nos dejemos influenciar por gente cuyo ejemplo, cuya coherencia y cuyas opciones vitales sean el germen de un mundo un poco más sanado, que bastantes heridas lo asolan.