Le dijo el diablo: «Convierte las piedras en panes». Y claro, razón no le faltaba, ¿no? El camino más rápido es atractivo. ¿Qué importa saltarse unas cuantas reglas? La lógica está para ser violentada, las leyes del universo para cambiarlas, a gusto del omnipotente… A menudo rezamos pidiendo a Dios que intervenga en nuestras vidas cambiándolo todo a su gusto (o al nuestro). O a nuestra necesidad, que no es que seamos tan frívolos, y a veces lo que le pedimos es desde la necesidad, y el anhelo, y acaso desde el dolor. Y por esa urgencia, y acaso con razón, le pedimos que, si es necesario, haga lo imposible por nosotros. Es la misma lógica que lleva a muchos a preguntarse «¿por qué permite Dios que pasen estas cosas?» La misma que llevó a algunos a decir: «Si es Dios, que se baje de la cruz». La tentación de la magia subyuga. Pero esa arbitrariedad sí que nos dejaría a merced de un poder que anula la libertad. Más que convertir las piedras en pan, habrá que hacer que se plante mucho trigo, y que se muela, y de la harina se prepare masa que habrá de cocerse, con la levadura necesaria, para que haya pan… para todos.

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