Me resulta complejo poner por escrito mis sueños pues, al ponerlos por escrito, los (de)limito. Es casi más fácil escribir las mociones interiores, ponerles nombre y dejarlas por escrito para hacerles un mejor ‘seguimiento’. Entiendo por sueños aquellos pensamientos como los de Ignacio de Loyola, cuando entretenía su convalecencia imaginándose cómo haría para imitar a santo Domingo o san Francisco.
Quisiera que el futuro pudiera ser un tiempo de estar con la gente y disfrutar con ellos de la vida. Por manera de ser, soy de estar con otros compañeros a la hora de la misión, como lo hacían los primeros compañeros que iban en parejas (salvo algunos fenómenos como san Francisco Javier). Trabajar con otros para mejor conocer la realidad donde esté pisando tierra. Trabajar con otros para provocar mejor la creatividad y pensar juntos cómo dar respuestas de hoy, y no vivir anclados en el siempre se ha hecho así, sino pensar con otros cómo actualizar esas maneras de hacer al hoy. Trabajar con otros para compartir la vida en lo cotidiano, porque aunque la comunidad siempre está ahí, hay niveles que el tripe salto generacional dificulta la comprensión y comunicación. Trabajar con otros para aprender de compañeros y complementar cualidades.
Si la carrera de comunicación audiovisual la he ido disfrutando –y mucho–, para comunicar el mensaje de Jesús con lenguajes nuevos. Creo que es un buen medio para saber usarlo allí donde esté.
Para los años siguientes me sueño trabajando con otros para transmitir y ayudar a que otros vivan la experiencia de Jesús hoy. ¿Cómo? Ahí me quedo más perdido a la hora de responderlo. Me enciende internamente el soñarme estando cercano de jóvenes en colegios, de universitarios en su búsqueda de Dios en sus vidas concretas, acompañando las vidas de los sufrientes. Pero estos sueños han de tener un poco de principio de realidad, y aunque sea lanzar piedras sobre mi propio tejado, no sé si lo de estudiar más será lo que más me apetezca. Creo que después de la teología no estaré con ganas de hacer más estudios, pero no se trata de hacer lo que me apetezca sino lo que más ayude para la misión que se me encomiende.
Me sueño arriesgando y apostando por la Compañía de Jesús, que sigue estando muy viva. Así como no me veo de ´francotirador´ por manera de ser, sí que creo que tengo un punto creativo para, con otros, actualizar y soñar nuevas maneras de hacer. Crear puede ser arriesgado, pero me motiva más que hacer lo de siempre, porque seguiremos consiguiendo lo de siempre. Un sueño que implica ir a las personas más que esperar a que vengan. Resulta fundamental conocer cómo venimos haciendo las cosas y por qué, pero es a la vez un ancla que puede limitar a la hora de dar respuestas de hoy.
Me gusta soñarme viviendo, como hasta ahora, ilusionado por la vocación a la que Dios me llama. Es apasionante y muy ilusionante esa misión en la que todos debemos estar.
Más allá de sueños, pensamientos y mociones me sueño en algo que me apriete y ponga a prueba, donde sienta que la misión me pida sacar la mejor versión de mi mismo, sin mediocridades. Me sueño en gran medida ayudando en lo local a lo universal de la Compañía, poniendo en relación realidades sin fronteras (reales o ficticias, políticas o jesuíticas). Me sueño con la ilusión del evangelio que invita a celebrar el banquete donde todos tenemos un sitio. Me sueño pisando tierra con las personas, sin muchas reuniones burocráticas. Me sueño, en definitiva y en lo profundo, siendo fiel a lo que se me pida intentando no ser impedimento de la obra de Dios.