Hoy en día hacen falta profetas. No son tiempos fáciles, pero la dificultad no es excusa para ceder ante el desaliento, y para conseguirlo necesitamos personas que nos guíen por el camino de lo concreto. De lo importante. El mundo está lleno de realidades, pero la tinta y las pantallas solo nos hablan de una pequeña parte.
Son tiempos difíciles, y más que nunca necesitamos profetas auténticos. Que no llenen las horas con informaciones superficiales o sobre la omnipresente crisis, porque merecemos profetas que nos hablen, también, de lo bueno que está por venir, que rescaten lo importante de entre las marañas de lo banal. Que recuperen su legítima función de ser altavoz de los ignorados. Que informen pensando en las necesidades reales de la gente, que pasan por recibir información, no publicidad. Que luchen por contar la verdad sin temor a ser perseguidos por un ajuste económico. Que atiendan a lo importante. Que griten sin miedo lo que los poderosos de nuestro tiempo no quieren oír y no censuren su propia voz por miedo. Y faltan buenas nuevas. En estos tiempos, más que nunca.

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