Las personas que se vuelven más grandes con el sufrimiento tienen después dos pequeñas rebeliones. En primer lugar se rebelan contra el ideal de su ego […] Claro está que después siguen sintiendo deseos egoístas y a veces sucumben a ellos. Pero en general se dan cuenta de que los deseos del ego no van a dejar satisfechas nunca esas regiones profundas que han descubierto en sí mismos. Se dan cuenta, como dijo Henri Nouwen, de que ellos son mucho mejores que el ideal de su ego.
En segundo lugar, se rebelan contra la cultura establecida. Han pasado toda su vida aprendiendo lecciones de economía o viviendo en el seno de una cultura que les enseñaba que los seres humanos buscan su propio interés: el dinero, el poder, la fama. Pero, de pronto, ya no les interesa lo que las demás personas les dicen que deben desear. Quieren desear las cosas que verdaderamente vale la pena desear. Tienen deseos más elevados. El mundo les dice que sean buenos consumidores, pero ellos quieren dejarse consumir… por una causa moral. El mundo les dice que quieran tener independencia, pero lo que ellos quieren es la interdependencia, estar integrados en una red de relaciones personales cálidas.
El mundo les dice que deseen la libertad individual, pero lo que ellos desean es la intimidad, la responsabilidad y el compromiso. El mundo quiere que asciendan por la escalera y que persigan el éxito, pero ellos quieren ser personas para los demás. Las revistas del quiosco quieren que se pregunten: ¿qué puedo hacer para ser feliz?, pero ellos atisban algo que es mayor que la felicidad personal.
David Brooks (La segunda montaña)