Así vamos, persiguiendo sueños que otros nos venden, atascados en laberintos de promesas sin salida, confundiendo la felicidad con tristes sucedáneos, convertidos en masa acrítica que va donde todos los demás, y sin darnos tiempo para descubrir que estábamos insatisfechos, porque antes de llegar a pensar volvemos a entramparnos en otra nueva búsqueda. ¿Y a eso le llamamos felicidad?

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