«Fe es creer sin ver»; «La fe hará que te levantes cuando caigas»; «Fe en ti mismo y en los demás, en la verdad de sus razones y hasta en sus buenas intenciones» dice una letra del grupo Siempre así. ¿De veras es (solo) eso la fe?
En nuestro mundo líquido donde apenas hay pilares ni certezas universales, quizás sea más común hablar de ‘credos’ que de fe. Nos estamos acostumbrando a que nos receten recomendaciones o propuestas «por si nos ayudan» y como mucho la fe cristiana aspira a ser una propuesta más. Además, entre las ventajas que trae la globalidad puede surgir la oportunidad de conocer personas de otras culturas o religiones y se nos propone explicar nuestra fe incluso justificarla o defenderla.
¿Pero qué dice la Iglesia de nuestra fe? Según nos explica el Catecismo, la fe es un regalo de la gracia de Dios por el que creemos en Él y en las verdades que nos ha revelado. La iniciativa la tiene Dios que nos quiere comunicar su verdad y nosotros nos adherimos haciendo que nuestra vida sea un reflejo de esa verdad. Por eso nuestra fe es mucho más que una confianza en valores humanos o en la bondad del mundo. Una fe sin Dios simplemente no es fe.
Quizá la clave esté en dejar de un lado el individualismo y recalcar el protagonismo de Dios que quiere que le conozcamos. Que nuestra fe no es una sumisión esclava ni una mera confianza humana, va más allá porque viene de Dios y tiende a Dios. Y que no queda en un mero asentimiento, sino que llama a una práctica que nos abre a vivir entregados, para que, como dice Siempre así, creamos en los demás y en su bondad.