El deporte es una gran escuela de aprendizaje. En él se desarrollan muchas facetas de la persona que sirven como herramientas para poder desenvolverse en el mundo. Una de las claves más importantes es que, al practicar deporte, existe un gran ánimo y liberalidad, una fuerte ilusión y deseo. El problema viene cuando, en vez de mirar el fin de lo que se hace, y disfrutar de ello, se empieza a especular con falsas ilusiones, con apariencia de bien, que sólo hacen que llevar a callejones sin salida, o frustraciones prematuras.
Este es el caso de muchos niños con talento, que son víctimas de la presión social que envuelve los primeros años de práctica deportiva. Padres obsesionados con el éxito; agentes depredadores que solo buscan el interés de la agencia y apenas se preocupan por los tiempos de maduración y crecimiento del niño; marcas deportivas que regalan ilusiones y juegan con sentimientos con el fin de que, años más tarde, ese nombre le reporte beneficios estratosféricos; y el peligroso deseo de ser famoso y tener popularidad. Una fuerte presión exterior que es difícil de detener. La adolescencia es una época en la que se busca reforzar la propia identidad y estos cantos de sirena enturbian y tuercen una primera intención que era sana y educativa.
Tener talento puede convertirse en una trampa. Ser el más rápido en llegar a la meta, nadar con más velocidad los 50 metros en una piscina olímpica o regatear jugadores en una cancha de baloncesto o fútbol, puede convertirse en el mejor anzuelo para todos aquellos que, presas del capitalismo atroz, quieren sacar beneficio económico.
No hay camino fácil que lleve a ningún sitio que merezca la pena. Todo éxito requiere de un esfuerzo, pero no a cualquier precio. Los deportistas que han recibido el don de ser los mejores en algún Deporte, deben practicarlo y ponerlo al servicio de los demás, pero no debemos olvidar que la práctica deportiva es un complemento, un apoyo, un refuerzo en la formación, sobre todo en las edades más tempranas. No nos podemos dejar guiar por las presiones de un frío mercado que quiere sacar provecho de todo. No. Ante el vicio de pedir, esta la virtud de no dar. El mundo demandará lo mejor y de la forma más rápida, pero el sentido común deberá dictar las formas y los tiempos, los objetivos y las responsabilidades. Antes que permitir que una estrella deje de brillar y se rompa, hagamos lo posible por verlas brillar en el cielo.