Pertenezco a la generación que ha hecho de esa afirmación un lema vital y del psicólogo un «Mesías».
Por supuesto que está bien no estar bien. Claro que hay que aceptar que la vida no es siempre de color de rosas y que hay días que, por mucho que uno se empeñe, la sonrisa no sale. No todos los días estamos bien y no pasa nada por reconocerlo. De hecho, es un signo de madurez poder asumirlo.
Pero tampoco caigamos en el lado opuesto del balancín: no está bien no estar bien nunca. Dejemos de normalizar el «es que no estoy bien» como respuesta a muchos de nuestros frentes que parecen estar predestinados a permanecer eternamente abiertos por falta de fuerzas.
Quizá, antes de seguir, convenga hacer una aclaración. ¿Qué es estar bien? Si por estar bien nos referimos a tener «salud, dinero y amor», todo a la vez, para toda la vida y para todos los nuestros… spoiler: nunca vas a estar bien.
La vida es difícil e incierta. Cuando hay salud, falta el amor y cuando hay amor, escasea el dinero. Esto, normalmente, no va a gusto de consumidor. En la vida hay muy pocas seguridades y en muchas ocasiones tocará caminar a ciegas, sin saber muy bien a dónde ni cómo se va. Hay pasados que pesan y futuros que asustan. Cargamos heridas y cicatrices. Pero esto no significa estar atravesando una mala racha. Esto significa estar vivo, acoger humildemente nuestra posición de criaturas en el Universo.
La vida es eso que pasa mientras tú estás bien, mal o regular. La vida no espera a que lo tengas todo claro ni de tu parte para seguir su curso. La vida es siempre hacia adelante, no nos podemos parar. ¿Está bien no estar bien? Sí, claro. Permítetelo alguna vez y aprende de ello. Pero no te duermas en los laureles esperando, como canta Rosana, «a que pinte la ocasión, que la vida son dos trazos y un borrón».