A veces queremos expresarnos y nos cuesta encontrar las palabras que nos digan, que comuniquen lo que nos pasa. Los emoticonos –virtualmente hablando– nos ayudan… Pero cuando todos usan los mismos estamos formateados.
Y lo más singular, lo más original de nuestra comunicación está en la misteriosa combinación de nuestros gestos, silencios y palabras. Las emociones y los sentimientos son un universo infinito, y combinados pueden revelar lo que queremos decir. Lo que el abecedario es al lenguaje, las emociones son al sentimiento… Se va armando con el aprendizaje.
Si me siento triste o alegre, entusiasmado o desanimado, enojado o contento, atraído o indiferente… es algo que no puedo elegir. Está allí y aparece como de repente. Sin anticiparse demasiado. Solo tengo que decidir qué hacer con eso y tomar partido: por la tristeza, por la alegría, por la violencia, por la paz… Y esa es una decisión que se piensa en la cabeza, se juega en el corazón y se define en nuestras manos.
Cuando las personas nos conocen nos pueden ayudar a expresarnos con mayor autenticidad. Nos hacen de espejos. Nos sacan palabras, con tirabuzón o con verdad-mentira, hasta descubrir lo que nos pasa. Pero tenemos que dar un paso más: conocer lo que sentimos y decirlo con sinceridad. Decirlo porque nos ayuda y decirlo porque hará un bien a los demás. Decirlo en el momento oportuno y a la persona indicada es un desafío nada fácil.
¡Inténtemoslo! cada vez que nos hacemos conscientes de lo que sentimos, decimos y hacemos somos más verdaderos y libres. Somos la mejor versión de nosotros mismos cuando no somos iguales a nadie. Cuando somos lo que expresamos.