Algún día la pandemia que vivimos no será más que un recuerdo difuso, algo que contarán los mayores de la sociedad –nosotros– y que servirá como recordatorio puntual de lo que es quizás el mayor aprendizaje que estamos llamados a hacer en estos tiempos: no somos omnipotentes.

Aunque la certeza de descubrirnos limitados no nos detiene. Y gracias a eso de cuando en cuando podemos vivir momentos como el que anunciaba la OMS la semana pasada: el fin de la polio en África. En nuestra sociedad actual la polio es una enfermedad del pasado. Algo que afectó, quizás, a nuestros abuelos pero que hace tiempo que no ocupa portadas ni determina nuestra vida. Pero no por ello podemos minimizarla, no por ello podemos dejar de recordar las graves secuelas que tantas personas sufren todavía y los serios problemas que llegó a ocasionar en todo el mundo. Sin embargo, sin negar todo lo anterior, podemos afirmar que hemos llegado a un punto en el que hemos alcanzado un avance que cierra definitivamente ese episodio de nuestra historia.

Muchos no somos capaces de vislumbrar hoy el momento en el que pasaremos página de la actual situación sanitaria, en el que el coronavirus dejará de ser algo del presente para pasar a ocupar su sitio en libros de historia y tengamos por fin en la estantería de logros científicos su erradicación global. Ni siquiera estamos seguros de que eso llegue a ocurrir jamás. Pero noticias como el fin de la polio en África nos abren a una nueva forma de situarnos. No desde el optimismo simplista del «ya pasará», tampoco desde el pesimismo de «no aguantaremos» –no olvidemos que erradicar la polio ha sido un esfuerzo titánico de décadas–. Debemos caer en la cuenta de que sólo desde el esfuerzo común y el compromiso de toda la sociedad seremos capaces de avanzar en nuestro recorrido histórico, este ha sido el camino hasta erradicar la polio en África.

No es esta una invitación a sentarse a esperar hasta que llueva del cielo un nuevo milagro. Al contrario, estamos llamados, más que nunca, a disponernos al esfuerzo común. Esfuerzos que pueden pasar, paradójicamente, por el detenernos, por el frenar nuestros ritmos sociales y encontrar nuevos modos de relacionarnos. Esfuerzo que sin duda también pasa por cuidar a los que más expuestos están y reconocer y proteger a los que trabajan en primera línea. Todos tenemos experiencia en este esfuerzo, todos hemos tenido que afrontarlo y logramos superarlo, no por nuestra superior fuerza o motivación, si no por la consciencia de compromiso común que nos permitió dar algunos pasos hacia delante, que nos sitúan más cerca del logro final. Pero no debemos olvidar que pueden no ser pasos definitivos, que el retroceso está llegando y que, por tanto, nuestro esfuerzo debe mantenerse.

Ojalá no esté lejos el momento en que hablemos en pasado de la época presente. Sobre nuestro esfuerzo común, sobre nuestro compromiso social recae que el futuro que anhelamos sea algún día la realidad en la que vivimos.

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