Es casi una locura sanitaria afirmar esto públicamente en estos días, pero aun así, hay que decirlo: tenemos que estar más cerca. No puedo evitar que lo del distanciamiento me suene fatal y algo en mí se rebele contra la consigna de separarnos para ganar. Sobre todo, cuando salta del terreno sanitario, donde es imprescindible, al terreno político y social. Aunque no podemos decir que sea un lema novedoso en política ese de divide (separa) y vencerás. Llevamos años practicando el distanciamiento político, la polarización y el enfrentamiento de extremos, la separación como herramienta de victoria, la distancia como medio para arañar unos cuantos votos: ¡debemos separarnos del otro! Del que no piensa, siente, opina como los correligionarios. Y esto nos conduce al abismo.

Es la paradoja de estos días. Si estar separados físicamente de nuestros seres queridos y vecinos es lo más eficaz para combatir la pandemia, necesitamos entonces unirnos en todo lo posible en los demás ámbitos de nuestra vida para que esa distancia no se convierta en ecosistema y modo de vida. La distancia sanitaria no nos puede servir de cortina de humo que acentúe el resto de las distancias que se nos abren, política y socialmente.

Hoy celebramos el Día de Europa, la memoria de que el sueño de la unidad europea ha sido posible después de siglos de guerra y distancias bien guardadas. Y lo celebramos distanciados, físicamente pero también cada vez más en todos los aspectos. El hachazo del Brexit ha sido solo un hito dentro de todo un proceso de distanciamiento, recelo y sálvese quién pueda, que en la actual crisis sanitaria no ha hecho sino acentuarse.

No podemos dejar que el sueño, el proyecto común europeo se diluya en medio de distancias artificiales e innecesarias. Hoy más que nunca debemos celebrar y recordar que juntos, unidos, orientados en un horizonte común, podremos afrontar cualquier crisis que nos venga. Esta pandemia nos ofrece quizás una de las últimas oportunidades de creernos esto de verdad, de transformar declaraciones huecas en hechos sólidos, de resumir todo lo que es Europa en una sola palabra: cercanía. Cercanía con los que sufren, con los que buscan un mundo mejor, con los que menos tienen, con aquellos que se sientes alejados. En medio de un mundo donde la distancia y la sospecha crecen y se asientan, Europa puede ser la alternativa de cercanía y colaboración que muchos necesitamos.

No nos quedan muchas más oportunidades de transformar este sueño en realidad. Vivimos en la distancia, necesaria por el momento, pero no hagamos de ella nuestro modo de vida. No la convirtamos en el medio que determine lo que somos. Estamos llamados a ser algo más que compartimentos estancos y seguros, aislados. Podremos ser plaza común de encuentro y diálogo, de mano tendida y oído atento para dar forma a eso que tanto necesitamos: sentirnos cercanos unos a otros.

Te puede interesar