Esta expresión suena en la Biblia 285 veces. Podríamos pensar que se trata de ejércitos queridos por Dios, pero la expresión nunca aparece en contexto de una guerra que haga Dios, sino mostrando cómo Dios es mayor y más poderoso que todos los ejércitos y seres celestiales. En una época sin bombas nucleares, los «ejércitos» era lo más potente que conocían. La expresión sonaría así como «Dios de las potencias», a oídos de los semitas, es decir, «Dios que está incluso por encima de cualquier potencia», pues hay que pensar que, siendo creyentes en la existencia de otros dioses, pretendían demostrar así la superioridad de YHWH.
Cuando en Israel, o en cualquier otro país, sus gobernantes utilizan discursos belicistas, tanto esta expresión como en otras equivalentes, se deforma el nombre de Dios para sus fines ideológicos. Porque «Dios de los ejércitos» nunca quería significar «Dios que elige a los ejércitos para destruir a otros hijos suyos».
Cuando en Europa se propone 800.000 millones de euros para armar más a los ejércitos de los países miembros, a pesar de las graves deficiencias que sigue habiendo en salud, desigualdad, pobreza o educación… podemos preguntarnos quién se va a beneficiar de esta guerra, si Dios, los ciudadanos o las compañías armamentísticas. Más armas y ejércitos, ¿de veras van a significar más paz y más seguridad, o todo lo contrario?
Necesitamos volver al Dios de Jesús que «hace salir su Sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos». Ese Dios que mira la dignidad de cada ser para centrarse en defender a toda persona y criatura, no en defender intereses o fronteras.