«Forjarán de sus espadas azadones, y de sus lanzas podaderas» (Isaías 4, 2).

Dios viene a nuestro encuentro no desde el poder, desde la espectacularidad, sino desde la posibilidad. Y eso habla de cómo es nuestro Dios: un Señor que posibilidad, que recibe paz porque da paz y porque no separa ni se separa.

Unos instrumentos hechos para matar (espadas y lanzas) se transforman en instrumentos de labranza (azadones y podaderas). Pero esta opción no nos exime del esfuerzo: para labrar y podar hay que dedicar tiempo y esmero.

Y es lo que el profeta nos viene a proponer en este Adviento: ser capaces de cambiar el signo de aquello que puede ser agresivo para los demás y transformarlo en posibilidad de comunidad, de justicia y de dignidad personal.

Preparar el camino al Señor es también eliminar los obstáculos que pueden estar en nuestro camino que nos impiden trabajar por esta justicia que deseamos que sea para todas las personas del mundo.

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