Seguir a Jesucristo se convierte en una aventura ardua que nos lleva a buscar nuevos caminos que sacien nuestra sed de Dios. Y quizás es aquí donde nos ayude rezar con aquel versículo de los sencillos de corazón. Pues, como bien sabemos, no es cuestión de leer mucho, sino de adorar y contemplar. Ni más ni menos.
La nueva encíclica de Francisco, Dilexit nos, confirma que los sencillos de corazón verán a Dios. Ver con los ojos del alma en la experiencia espiritual. Y saber ver también a Cristo en tantas imágenes del Sagrado Corazón de Jesús que decoran muchas de nuestras casas, ciudades y capillas en todo nuestro país.
Con el desarrollo habitual de cada encíclica, Francisco desgrana desde el punto de vista antropológico, sociológico y religioso actual las referencias bíblicas, espirituales y teológicas de esta bonita devoción, llegando a una sugerente propuesta. La misma que muchas veces hemos rezado en el coloquio de los Ejercicios Espirituales a los pies de la Cruz: “con mucho afecto al Señor crucificado preguntarle como un amigo a otro amigo o un criado a su señor, qué debería hacer por Él” (Dilexit Nos, 145).
Puede que tengamos la tentación de considerar esta devoción como una admirable costumbre del pasado, como una bella espiritualidad de otra iglesia o como una reliquia decorativa de otro tiempo, pero ¿quién de nosotros no busca una conversación de corazón a corazón, sin falsedades ni apariencias? ¿Quién no quiere vivir desde la verdad más profunda? En esta sociedad líquida, ¿podemos vivir sólo desde la razón? ¿Somos felices eliminando la fuerza movilizadora de los afectos -ojalá- ordenados para el mayor servicios y alabanza de Dios?
El Señor nos salva hablando a nuestro corazón desde su Corazón sagrado. Con esta nueva encíclica quizás podamos abrirnos de nuevo a ese corazón traspasado y lleno de amor del Hijo de Dios que se hizo hombre.