Es la típica frase que todos hemos dicho alguna vez. O cuando alguien se quejaba de no poder hacer algo, o porque sencillamente quedaba bien. Y está en el aire, ya sea en una serie de Netflix o en una conversación entre amigas. Surge, porque así lo creemos, pero no por ello no deja de ser una pequeña mentira de nuestro tiempo.

De las equivocaciones se aprende. Todos lo hemos vivido. Meteduras de pata, errores o fracasos que con el tiempo se han tornado algo positivo, porque fue un punto de inflexión, porque nos hizo recapacitar o porque se abrió un nuevo horizonte. Y es que Dios no quiere nuestro mal, pero puede hacer de ese mal un espacio de fe, de aprendizaje y de crecimiento

Sin embargo, equivocarse nunca puede ser un derecho, porque a veces conlleva una dosis de dolor para nosotros y para otros e implica pactar con el mal. Y porque decir que algo es un derecho incluye decir que es una posibilidad, y que por tanto no es tan malo. Y en las decisiones uno debe aspirar siempre al bien. Nadie tira un penalti para fallarlo.

Los errores llegan tarde o temprano y nos sirven para aprender, pero ya que estamos, mejor no equivocarse, porque no está el mundo para hacerse daño así como así. Ojalá tengamos siempre la lucidez de saber dar en el clavo, aún sabiendo que equivocarse forma parte del camino y nos ayuda a crecer, pero nunca será un derecho, ni tampoco un drama, dicho sea de paso.

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