Queridos reyes:

Siento que este año, como nunca, los estaré esperando. Quizás porque experimenté, más que otros años, la frágil e incierto de la vida. Por eso este año me animo a pedirles dos regalos:

El primero, la confianza. Como ustedes confiaron y se pusieron en camino, siguiendo sus intuiciones profundas, regálenme esa gracia. La de confiar en lo que Dios va poniendo en el corazón y desde allí caminar, aunque a veces el camino se vuelva incierto y parezca que no sé bien a donde voy; no dejen que nunca se apague mi confianza. Y que esa estrella que Dios hace brillar y arder como deseos en mi corazón, me invite siempre a seguir andando. Escuchando a Dios, escuchándome y dejándome acompañar por aquellos que Él vaya poniendo en el camino.

Lo segundo: el asombro. Los miro caminando hacia el pesebre, y los imagino tan llenos de preguntas, de ilusión, de dudas. Y me siento un poco así, así que me animo a pedirles que yo también pueda, como ustedes, vivir desde ese asombro que se deja sorprender por lo nuevo que Dios va haciendo. Desde ese asombro gratuito que cree, espera y confía, y por eso puede adorar al Niño. Que todo lo que venga en el camino, pueda recibirlo con un corazón abierto, dejándome sorprender y acogiendo en ese asombro las presencias del Dios de la Vida.

Sigamos caminando, ¡un abrazo!

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