No es la palabra más de moda, precisamente. Sacrificio, sacrificar, nos remite a perder, a fracasar, a tener que dejar algo que nos gusta. Nos suena a dolor, incluso a sangriento. Por eso resulta tan llamativo que la última y polémica campaña de Nike la use. Más allá de la polvareda que ha levantado en Estados Unidos por usar como imagen al deportista y activista Colin Kaepernick el eslogan encierra un poderoso mensaje: «Cree en algo. Incluso si eso significa sacrificarlo todo».
Kaepernick sacrificó ciertamente su carrera en el fútbol americano por su activismo contra el racismo. Una carrera exitosa que se truncó cuando decidió que había cosas más importantes en su vida, ideales más altos que un contrato millonario y el reconocimiento social de sus habilidades deportivas. Optar por sus creencias, por su lucha contra la discriminación y por la igualdad, no le ha traído más reconocimiento, ni aplausos. Al contrario, se convirtió en un paria, rechazado por sus compañeros y su público. Aunque, a la vez, fue ejemplo de otros muchos, puso el foco sobre un problema real y despertó muchas conciencias que se sumaron a su causa.
Es la paradoja de perder para ganar, de sacrificar por creer. A veces nos sucede que tenemos algo muy claro, y que nada nos detiene. Un proyecto, un ideal, una vocación. Contra viento y marea somos capaces de seguir adelante. Animados no en el aplauso o el reconocimiento sino en sabernos haciendo lo que tenemos que hacer. No sabríamos explicarlo más que como una luz que nos da la certeza de que estamos en el camino correcto. Pero también sabemos que frecuentemente no siempre es así. Llegan las dudas, los claroscuros, las presiones a las que vamos cediendo, las resistencias propias. Nos ponemos a calcular y nos damos cuenta de lo que vamos a perder si seguimos nuestras creencias hasta el final. Entonces nos preguntamos si deberíamos seguir adelante, si no vale con lo que ya tenemos. El cálculo nos va paralizando, vamos abandonando los ideales y nos situamos cómodamente, sin sacrificar, intentando ganar siempre.
Pero no estamos más que engañándonos. Porque el sacrificio en nuestra vida, el ir dejando lugares, personas, cosas, por el camino nos tocará a todos tarde o temprano. La comodidad es un bien escaso que se agota pronto.
El ejemplo de Kaepernick nos habla de tomar las riendas de la propia vida y vivirla según las opciones que nosotros tomemos, no las que otros tomen por nosotros. Nos habla animándonos a seguir adelante, a creer y esperar contra toda esperanza. Sabiendo que es irremediable atravesar momentos de dolor, incomprensión y duda. Pero que esos momentos no son más fuertes que nuestras creencias, nuestros ideales. Aquello por lo que realmente nos merece la pena seguir. La fuerza que recibimos de vivir según las propias opciones da un sentido profundo a lo que hacemos y vivimos que relativiza lo que nos pueda suceder. No anestesiándonos, sino estimulándonos a seguir, a creer en aquello por lo que nos entregamos, a mantener el rumbo hacia nuestra auténtica felicidad: la paz de sabernos allí donde debemos estar, gastando nuestra vida en lo que nosotros hemos elegido gastarla.