En un momento de la formidable película ‘Los domingos’ de Alauda Ruiz de Azúa, uno de los personajes masculinos explica de manera expeditiva la vocación religiosa de la sobrina carnal de su mujer en estos términos: “Ella cree en Dios como tú crees en el cambio climático”. Y se queda tan pancho el hombre.
Porque no es lo mismo, evidentemente, como descubren desde el primer instante todas las mujeres que tienen parte en la cinta. Desde la joven que se plantea ingresar en un monasterio hasta su antagonista, su tía Mayte, la abuela de la muchacha o su mejor amiga. El apasionamiento que conlleva todo discernimiento -a favor o en contra, es lo mismo- está reservado a la parte femenina del reparto mientras los hombres (su padre y el marido de su tía) se escabullen de diversas formas, que van del materialismo al humor bienintencionado, sin tomarse en serio del todo la vocación.
Pero las mujeres de la película galardonada en San Sebastián saben que creer en Dios no es como creer en el cambio climático. O en cualquier otra idea, sea cual sea. Porque la creencia en la persona divina habita por dentro a quien la experimenta, que se vive movido, atraído, empujado por una presencia inefable que llamamos Espíritu Santo.
Quizá sea eso lo mejor del largometraje, el acercamiento respetuoso y lleno de claves para entender algo que a los ojos de la secularizada sociedad española del siglo XXI es todo un misterio. Que el clímax de la cinta se alcance mientras la protagonista recita la oración del abandono de San Carlos de Foucauld sólo puede contemplarse con lágrimas en los ojos.
Las mismas que brotan de la rabia que inunda a la tía Mayte cuando la partida hacia el postulantado es inminente. En efecto, encerrada en su incomprensión por falta de fe, ella, mejor que nadie, sabe que no es lo mismo creer en Dios que en el cambio climático.



