Este niño es el protagonista de la foto, víctima de los bombardeos de Gaza. Un retrato que tiene el paradójico honor de haber ganado el prestigioso Premio World Press Photo 2025, como la mejor foto del año en categoría individual. Su nombre es Mahmoud Ajjour y tiene nueve años.
¿Su pecado? Girarse para animar a su familia a continuar la marcha, de repente una explosión le destrozó ambos brazos. Cuando se dio cuenta de que cómo sería su vida el resto de sus días, le preguntó a su madre: ¿cómo podré abrazarte? Ahora vive en Doha, donde aprende a escribir, a jugar, a vivir.
Mahamoud es la cara visible de los crucificados de este mundo. Es el infierno de Oriente Próximo, de Ucrania y de tantas zonas calientes de nuestro mundo que se tragan muertos sin parar. Inmigrantes ahogados en el mar del olvido y enterrados en cruentas burocracias que les impiden prosperar en el “paraíso” de Occidente. Víctimas de todo tipo de violencias, desde el terrorismo más cruento y la desigualdad silenciosa hasta la frialdad del aborto y la soledad de los ancianos olvidados, jaleados por ideologías y totalitarismos que anteponen sus ideas a las vidas humanas. Personas perseguidas por culpa del fanatismo religioso, del consumismo, del populismo, del silencio cómplice, del sinsentido o del poder del dinero. Corrupción, adicciones y mentiras, y otros tantos pecados que oprimen a la humanidad, y la matan poco a poco.
Es la violencia que sigue estando presente hoy más que nunca, cuando parece que la banalidad del mal sepulta al amor, a la fraternidad y a la dignidad humana. Mahamoud, es tan solo un rostro más de un Cristo yacente que necesita que alguien le abrace. Es el sinsentido ahogando a la humanidad, es el poder de la muerte cuando se cree que tiene la última palabra.