Recuerdo como de pequeña veía con admiración a mi tío trabajar en temas de investigación sobre matemáticas. A medida que fui creciendo yo también me empecé a apasionar por ellas, tanto es así que al final las acabe eligiendo como carrera. En cualquier caso, y aunque mi admiración seguía estando, siempre veía una distancia entre la investigación y yo, y quizá esta aumentaba a medida que profundizaba, pues creía que eso de la investigación era para gente más lista y también he de reconocer que muchas veces la veía demasiada abstracta, y más en temas de matemáticas.
Sea como fuere, he acabado yo también investigando, y en el poco tiempo que llevo descubro que me apasiona porque me invita a soñar a la vez que ahondar. Me remite a esas dos imágenes complementarias que se necesitamos conjugar conjuntamente durante nuestra vida: la del pájaro que alza sus alas para volar y el pez que bucea, profundiza y quiere ir más al fondo. Un buceo que necesita de un sueño para convertirse en realidad y un vuelo que necesita de profundidad para seguir desplegándose. En los dos casos, peces y pájaros, lo hacen con otros, y de eso me enseña mucho la investigación, pues en el compartir de ideas y en el intercambio se va construyendo y abriendo caminos que estoy segura de que no se hubiesen recorrido de otro modo.
Pero sobre todo, la investigación me ayuda a crecer en permanencia y a saber que en toda nuestra vida estamos llamados a sembrar sin saber si nosotros veremos los frutos, porque lo importante es que todo lo que haces o intentas que sea para bien del Reino.