En el Evangelio de hoy, Mc 6, 1-6, vemos a Jesús enfrentando la incredulidad de los habitantes de Nazaret, lo que limitó su capacidad para hacer milagros allí. La aparición de la inteligencia artificial en nuestras vidas también ha generado incertidumbre y escepticismo en la sociedad. Muchos temen que la inteligencia artificial reemplace a los trabajadores humanos o que cause una crisis ética. Sin embargo, al igual que con Jesús, debemos superar estos temores y abrazar las oportunidades que la inteligencia artificial ofrece.
Esta tecnología puede ayudarnos a mejorar la eficiencia, la productividad y la calidad de vida de muchas maneras. Debemos trabajar juntos para utilizarla de manera responsable y ética y maximizar sus descubrimientos para el bien común. La aparición de la inteligencia artificial es un reflejo de nuestro propio desarrollo como sociedad y debemos estar dispuestos a adaptarnos a los cambios y aprovechar sus oportunidades. Debemos ser conscientes de sus limitaciones y asegurarnos de que la tecnología sea utilizada para el bienestar de todos. Al hacerlo, podemos trabajar juntos para crear un futuro mejor para todos.
Bonito y profundo, ¿verdad? Pero, ¿y si les confesara que ninguna de esas palabras la he escrito yo, sino que ha sido la propia inteligencia artificial? Que, quien se ha comparado con Jesús y ha apuntado acertadamente que debemos usarla correctamente ha sido ella misma. ¿Perdería acaso algún valor la reflexión? Quizá sí, pero si esa máquina es capaz de hacer reflexiones acertadas sobre lo más profundo del hombre, es porque el hombre le ha enseñado a hacerlas; del mismo modo que si el hombre es capaz de adentrarse en él misterio de Dios es porque el propio Dios nos ha enseñado a adentrarnos. Parafraseando a la inteligencia artificial, superemos estos temores y abracemos las oportunidades que nos ofrece; y ya añado yo como cristiano (cosa que la inteligencia artificial jamás podrá ser), que nos atrevamos a ponerla al servicio del Reino.