Las buenas noticias se comparten y cuanto más rápido mejor. Como el jugador del Olympique de Marsella Mario Balotelli, que al marcar un gol decidió celebrarlo con una storie de Instagram con todos sus compañeros de equipo. Aunque el gesto se ha hecho viral, no solo por lo original de la celebración, sino también por usar el móvil en lugar de limitarse a disfrutar del momento con los que le rodeaban. Balotelli parecía estar más pendiente de sus seguidores que de sus compañeros de equipo y los aficionados en el estadio.
Nos salió la crítica fácil: Vivimos en una sociedad despersonalizada, el móvil está dominando nuestras vidas, estamos invadidos por las redes sociales… y otra serie de lugares comunes que se resisten a entrar en un análisis más profundo de lo que está pasando y por qué está pasando.
Y es que el gesto de Balotelli tenía un trasfondo del que nos hemos enterado más tarde, porque más allá de que usara Instagram o no en la celebración el gesto era raro porque Mario Balotelli era conocido por no celebrar sus goles, consideraba que era parte de su trabajo meterlos y que si un cartero no celebra que entrega sus cartas, por qué sí debería celebrar un futbolista al meter un gol. Hasta que, según explicó en la misma publicación de Instagram, se encontró con un cartero que le entregó un paquete con una sonrisa y contento de hacerlo. Y eso le inspiró para celebrar también a él su trabajo.
Celebrar siempre es complicado. Parece que no debemos pasarnos, recordando a quien no puede hacerlo. Pero ahí nos metemos en una visión de la vida un tanto gris, en la que hacemos lo que hay que hacer y no nos damos ocasión de sentirnos felices por ello. Balotelli, con el gesto del cartero aprendió que lo cotidiano es ocasión de celebración, que el trabajo bien hecho es fuente de alegría tanto como las ocasiones extraordinarias. En definitiva, que tenemos la capacidad de convertir lo ordinario en algo extraordinario, motivo para celebrar. Y si sumas a más gente a eso, mucho mejor.
Instagram, y otras redes sociales nos ofrecen la posibilidad de convertir en extraordinario lo que es solo ordinario y celebrar con mucha más gente. El riesgo está en querer vivir ahí, en quedarte solo con los que están lejos y pasar de quien tienes al lado, en querer que toda tu vida sea un continuo extraordinario. Aquí es donde tenemos que ser cuidadosos y no dejarnos deslumbrar. Tener los pies en la tierra y saltar de cuando en cuando es mejor que ir flotando y terminar en el suelo cuando la realidad se impone.