En el Mato Grosso brasileño vive una tribu indígena llamada Rikbaktsa. En una de las aldeas de esta tribu fuimos a celebrar misa y uno de los miembros de esta comunidad, Nelson Rikbaktsa, me mostraba su tierra y la nueva casa que está construyendo. Me decía: «padre, mi casa está vieja, ya no da para vivir en ella, por eso estamos haciendo una nueva, con materiales nuevos, pero también utilizando algunos materiales de la vieja casa».
Esto me hace pensar en nuestra Iglesia. Existen aquellos que se empecinan en vivir en una iglesia que es «una casa vieja». Aunque se caiga en pedazos encima de ellos, aunque no tenga más sentido y se torne inhabitable, ellos quieren continuar con lo viejo.
Sin embargo hay otros que como Nelson disciernen, tienen una mirada larga y profunda y saben que pronto esa casa va ser inhabitable y prefiere construir una nueva.
Nelson coge aquello de la casa vieja que sirve para construir la nueva.
No podemos olvidar nuestra tradición, aquellos que construyeron mucho y muy bueno y tenemos que estar profundamente agradecidos por ello. Pero hay algo nuevo por construir, hay algo nuevo por hacer… ¿estamos dispuestos?
La pereza espiritual, como decía Unamuno, es aquella que nos sitúa en la casa vieja y no nos permite construir una nueva.
Vamos a pedirle al Señor la gracia de ser escépticos, en el sentido etimológico de la palabra, para investigar, escuchar al pueblo y así ir construyendo una casa, una Iglesia, que sea para todas y todos empezando siempre por los últimos.