Es impresionante ver como los bulos y las medias verdades se extienden como la pólvora y son muy difíciles de contener o desmentir. Esto contrasta con el hecho de lo difícil que es generar un relato que cree identidad, entusiasme y dé sentido a lo que se está haciendo.

En el ámbito eclesial de la pastoral (pero también en otros de la sociedad), es algo que se ve constantemente. La cabeza trata de formar y entusiasmar al resto del cuerpo con charlas, documentos, experiencias e iniciativas, que, en muchos casos quedan en papel mojado. Se hacen grandes esfuerzos en el ámbito de lo humano y también en el económico para que la identidad de tal o cual institución sea cristiana, pero los resultados son en muchos casos, modestos (por no desanimar).

Frente a esto, llama la atención como otras propuestas, o bulos, se extienden como la pólvora y permean a veces hasta en aquellos que están más implicados.

Todo ello me recuerda a esas reflexiones del Papa Francisco, inspiradas por Congar, en las que afirma que la reforma de la Iglesia debe de partir de la periferia hacia el centro y no al contrario. ¿Qué pasaría si la identidad y el relato partieran desde las bases? Seguramente permearían mucho más y las cosas serían de otra manera.

Pero, a veces olvidamos que esto es cosa de todos, o preferimos que sean otros los que nos digan lo que tenemos que hacer. Y así, francamente, creo que no llegamos muy lejos.

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