Dentro de poco celebraremos el día de Todos los Santos, es un momento especial para recordar a todas aquellas personas que han pasado por nuestra vida y que hoy ya no se encuentran con nosotros. Personas que sin haber llegado a ser canonizados por la iglesia, su ejemplo de vida nos han dejado una huella profunda y nos han mostrado como la santidad tiene mucho que ver con el día a día.

Estas personas, en su inmensa mayoría anónimas, a través de gestos sencillos como una sonrisa, una caricia o una palabra de aliento, nos enseñan cómo vivir el evangelio y transmitirlo a los demás. Son esos detalles cotidianos, aparentemente insignificantes, los que reflejan el amor y la bondad de la Buena Noticia.

Hace unos días, Luis Enrique, entrenador de fútbol que perdió a su hija hace unos años, dijo, “Mi hija (…) está viva , porque cada día hablamos de ella, nos reímos, la recordamos, nos ve…”. Y es en este día, cuando recordamos que nos encontramos en este vida como peregrinos hacia la vida eterna. Nos consuela pensar que quienes nos han dejado físicamente, siguen presentes en nuestras vidas a través de los recuerdos, o del amor y valores que nos inculcaron.

Ojalá también podamos recordar a todos los santos anónimos que, con humildad y fe, nos han guiado y enseñado. A todos aquellos invisibles a los ojos del mundo, que sin buscar reconocimiento ni gloria, nos han mostrado con su ejemplo de amor y compasión cómo acercarnos, día a día, un poco más al Padre.

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