No sé si tú también habrás vivido algo así. Pero yo, cuando me sitúo ante una etapa nueva, cuando me toca atravesar un cambio importante en la vida, uno de mis temores es: ¿y si pierdo la comunicación con Dios?
Obviamente parte (la mayor parte) de ese ENCUENTRO entre Dios y la criatura (tú, yo…) es iniciativa de Dios. Él recorre casi todo el camino. Pero hay una pequeña distancia que nos toca a cada uno.
Compréndeme, ahí se mueve mi miedo. No en que no vaya a buscar ratos de oración (que esto pasa bastante por tirar de agenda y voluntad). Sino que el nuevo ritmo, el paisaje. Las nuevas personas con las que me relaciono y los temas de conversación… supongan un idioma tan diferente al que hasta ahora compartía con Dios, que sea una ruptura total en nuestro decirnos continuo.
Porque sí, para mí, en todo Él se dice. Quizás pienses “pues ya iréis aprendiendo a conjugar los mismos verbos”. Y no te falta razón. Pero hasta entonces, ¿qué? Mi miedo es afrontar la novedad sin su palabra.
Pero cuando yo le cuento todo esto, Él me responde:
“Recuperaremos nuestro lenguaje.
O quizás, aprenderemos juntos, uno nuevo.
Te diré con estas u otras palabras: TE QUIERO.
Reconocerás mi voz entre otras,
y a pesar de los ruidos,
sabrás que soy YO quien te habla.
No tengas miedo, no voy a dejar de decirte.
Me valdré del susurro,
te gritaré en los gestos,
seré en el locuaz silencio.
Confía en mi PALABRA”