No es la primera vez que una figura pública señala a un determinado colectivo para culparle de todos los males que afectan a la sociedad entera. En este caso, de nuevo, las personas inmigrantes han sido acusadas de propagar el virus sin ningún tipo de argumento coherente y con ninguna base científica.

Precisamente esta misma semana leíamos en un informe de Cáritas junto con el Instituto de Migraciones de la Universidad P. Comillas que uno de cada tres españoles ha nacido en una familia de origen inmigrante. Prácticamente todos sabemos que no tiene sentido a estas alturas seguir hablando de nacionalidades, origen o características raciales cuando nos referimos a determinados temas. Pero se saca mucho partido a este tipo de declaraciones, se desvía la atención de temas más relevantes y la consecuencia es un aumento de la xenofobia y hostilidad entre los miembros de una misma sociedad.

Jesús nos invita a tener otro tipo de mirada. Desde los valores cristianos, que además son el origen de los europeos, no existe la distinción por raza u origen. Y si efectivamente queremos hacer esta distinción, como cristianos, deberíamos mirar a las personas que nos cruzamos cada día y así veremos que las personas que pueden tener aspecto de extranjeras son las que sustentan gran parte de nuestra economía y que gracias a ellos, muchos de nosotros tenemos un nivel considerable de bienestar social. Abramos bien los ojos, pero abrámoslos con el corazón también abierto.

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