Poco a poco nos vamos dando cuenta de las personas detrás de los perfiles. Aunque aún nos quede mucho camino por recorrer en ese sentido. Y si ya vamos conociendo bien el modo de relacionarnos, creo que nos queda una asignatura pendiente: el modo de terminar con relaciones que nos dañan, que no nos aportan, que hace tiempo se han apagado. Porque esto es más complejo que darle al botón de eliminar y enviar la relación a la papelera de reciclaje. Ahora que Twitter está probando un nuevo menú de sugerencias basado en a quién deberíamos dejar de seguir. El mensaje que algunos usuarios se han encontrado lo dejaba claro: «No necesitas seguir a todo el mundo para saber qué ocurre. Asegúrate de que solo sigues a la gente que hace que Twitter sea estupendo para ti». Y encierra una parte de verdad. Nos habla de mucha gente a la que seguimos, de la que somos amigos solo por mantener un número más en nuestro conteo de seguidores. Personas que tenemos silenciadas, a las que no respondemos o que directamente nos asquea lo que publican, por el motivo que sea. Relaciones que hay que cortar, en definitiva. No porque no interactuemos, sino porque nos suponen un mantener una relación que en realidad no existe, solo por la apariencia de los números.

Esto encierra, a su vez, un peligro. Porque podemos acabar convirtiendo nuestras redes, nuestra vida, en un espacio donde no cabe quien no piensa como yo, quien no me sigue el juego, quien no me aporta beneficios. Construyendo relaciones en términos de eficiencia y costo, quedándome solo con lo que me viene bien, con lo que es «estupendo para ti», sin pararnos a pensar en el otro, en si le suponemos una ayuda, en si estamos comprometidos con él. Dejo de seguir, termino una relación sin detenerme a pensar más que en mi interés.

Para terminar bien una relación se requiere un esfuerzo que no siempre estamos dispuestos a asumir. El esfuerzo de poder acercarnos al otro para alejarnos definitivamente, de poder expresar aquello que sentimos y acoger lo que provocamos. Y eso no es fácil, ni sencillo, ni se resuelve dándole a un botón, siguiendo la sugerencia de unos cuantos algoritmos. A veces dejar de seguir a alguien es sencillo, es como cuando terminas una conversación con el desconocido con el que has compartido viaje o espera en una parada de bus. Pero en muchas ocasiones respondemos a una historia en la que se han ido generando compromisos. Y debemos ser conscientes de ello al decidir cortar el contacto. Porque nuestras relaciones en las redes siguen siendo con personas, también cuando decidimos pasar página.

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