Sólo somos frágiles seguidores tuyos
que, con torpeza,
y sumando más tropiezos que éxitos,
tratamos de participar de Tu continua Redención de este mundo roto.
Gracias por dejarnos ver
que no buscas perfectos.
Por regalarnos descubrir,
en ese rostro aparentemente inquebrantable, con el que nos invitas a recorrer
un trozo del camino,
alguien que ama,
y se deja amar,
en la intemperie de su historia.
No nos dejes, Señor,
olvidar que TU AMOR conoce,
comprende y acaricia
cada una de nuestras heridas.
Para que no se me olvide,
que me quieres así, vulnerable;
para amar y acompañar la vulnerabilidad,
-incluso la de aquellos que se tienen por impecables-.
Compañeros,
pecadores amados,
llamados por Ti
a transparentar tu Misericordia infinita.