Este escrito es solo un recordatorio (quizá un tanto evidente, aunque, visto lo visto, necesario) de que el sol sale todos los días. Y también la luna. Ambos se pueden ver sin pagar ni un euro y sin tener que reservar habitaciones de hotel con meses de antelación. Lo hago constar como dato, simplemente.
Lo digo porque, desde que se conoció la noticia de que el 12 de agosto 2026 habrá un eclipse solar total, se han fletado aviones procedentes de todas partes del mundo y se han batido récords de demanda de alojamiento en Burgos y alrededores. (Esto último, dicho sea de paso, me parece maravilloso, porque seguro que ese pico de turismo le viene de perlas a la España vaciada y castigada por los viajeros…)
Yo no sé nada sobre eclipses, pero estoy convencida de que presenciar uno debe ser una experiencia impresionante, de esas que si se tiene ocasión de vivir, se debe aprovechar. Quizá llegado el momento, si surge la ocasión (tengo muy claro que no voy a hacer girar mi agenda con un año de antelación alrededor de este acontecimiento) yo también me coja el coche y viaje desde Valencia hasta Burgos, aunque tenga que dormir en una tienda de campaña porque ya no me quede habitación de hotel disponible.
Pero… ¿y el sol de cada día? ¿Miramos el sol que cada mañana nos saluda y nos regala una nueva jornada? Porque seguro que lo del eclipse será espectacular. Pero, ¿hay algo más espectacular que ver amanecer cada lunes, martes, miércoles…? Es muy de nuestro tiempo esto de querer vivir la experiencia Premium y no reparar en la belleza oculta del plan gratuito, el que viene por defecto, el que está ahí siempre.
Que el eclipse no nos eclipse. Disfrutemos de lo extraordinario, por supuesto. Pero que no se nos olvide levantar de vez en cuando la mirada de la pantalla. Al otro lado, arriba, ha estado, está y seguirá estando el sol.