Históricamente, el hombre ha mirado al cielo para venerar al Sol, la Luna y las estrellas. Los cuerpos celestes completaban relatos mitológicos, formaban parte del modo de contar fenómenos naturales o sucesos para los que no se tenía una explicación completa. Desde esta perspectiva los eclipses también han tenido una lectura sobrenatural. Y a pesar de ser un evento que se repite periódicamente, al no verse siempre desde el mismo lugar, el ser humano ha tardado más en ser capaz de preverlos.
Hace unos 2.600 años tuvo lugar el primer eclipse predicho del que se tiene conocimiento. Ocurrió en Asia Menor mientras se libraba allí una guerra, los pueblos enfrentados interpretaron aquel fenómeno natural como un mensaje de los dioses para que firmaran la paz.
La actitud contemporánea ante este evento astronómico es muy distinta. Frente a situaciones en las que un acontecimiento de este tipo alimentaba supersticiones o generaba temor, actualmente nos animamos a buscar el mejor lugar para verlos, aparece por unos días en las tendencias en redes sociales y es protagonista en las noticias. Científicos de todo el mundo van a los lugares del planeta en los que será más visible para comprender mejor la atmósfera del sol, corroborar la teoría de la relatividad general o conocer la geografía lunar.
Nadie debe dudar de que Dios quiere la paz, aunque seguramente nuestra cultura haga complicado entenderlo a partir de un fenómeno astronómico, aunque si un eclipse como el de hace unos días ayuda, bienvenido sea. Quizá la sensibilidad actual favorezca ante este hecho un sentimiento de fraternidad, al sabernos viajando juntos por el universo en la misma roca, o ganar en humildad, por caer en la cuenta de que estamos flotando en el vacío alrededor de una gran ‘bola de fuego’.
Nuestro conocimiento del universo sigue creciendo. Hemos pasado del temor al interés; de la desconfianza a la curiosidad. Hoy Dios no queda recluido al área de conocimiento a la que no llegamos, nos invita a reconocerle en aquella a la que sí llegamos, y en la que nos anima a seguir profundizando.
Puede que hoy en día no se firme un acuerdo de paz a causa de un eclipse, pero sigue siendo una oportunidad para estar atentos y escuchar qué nos dice Dios.