- Porque nuestra propuesta de vida, la de Jesús de Nazaret no excluye a nadie, sino que nos acepta como somos y nos impulsa a ser mejores.
- Porque cuando todos parecen ignorarnos, lo que verdaderamente ocurre es que están buscando en otro lado.
- Es decir, buscan algo que nosotros sí tenemos. Una forma de vivir que dota de sentido nuestra existencia.
- Porque no hay nada más actual que defender valores como el Amor concreto, entregado y para siempre, la inclusión verdadera, la vida con sentido desde el principio hasta el final, la familia como centro de la sociedad y la sociedad volcada en los cuidados sobre los vulnerables.
- Porque si nos señalan es bueno, siempre que sea por la Verdad. Ser cristiano también es ir un poco a contracorriente.
- Porque si ponemos un poco de empeño, estudio e interés, podemos conocer una riqueza de pensadores, pero también de testigos que es tan milenaria como actual. Desde nuestra primera referencia, Jesús de Nazaret, hasta el último cristiano del último rincón del mundo. Y ejemplos de testigos hoy los hay hasta debajo de las piedras.
- Porque, bien vivido, el catolicismo es la máxima expresión de universalidad.
- Una universalidad sana, que nos hace sentirnos parte de un cuerpo, aceptando que tenemos distintas funciones y expresiones (culturales, comunitarias, carismáticas…) que puede cooperar para construir un mejor mundo.
- Porque creernos de verdad la riqueza espiritual y humanista del cristianismo es un reto que, siempre, nos lleva a mejores puertos.
- Porque ante la pereza, el Evangelio nos empuja hacia la utopía. Y la utopía se construye con pequeñas realidades concretas.
- Porque existen tantas formas de ser testigos del Evangelio como personas que lo viven. Y eso es siempre enriquecedor y una motivación para salir a los que buscan.