El primer viaje después de la pandemia
El papa Francisco inicia hoy su vista a Irak, en el que es su primer viaje del año. Como casi todas las agendas, la del pontífice también se congeló al inicio de la pandemia y retoma actividad tras quince meses de parón, entre fuertes medidas de seguridad y sanitarias.
Los treinta y tres viajes precedentes de este Papa a más de cincuenta países nos tienen acostumbrados a la sorpresa y la profundidad. Francisco se ha acercado en estos casi nueve años de pontificado a los márgenes de nuestro mundo, poniendo el foco y la caricia en algunas de las realidades más hirientes de nuestro tiempo.
No debería asombrarnos, pues, que Francisco se acerque en este inicio de 2021 a uno de los países en los que la comunidad cristiana ha sido más violentamente perseguida en los últimos años, en una de las regiones más convulsas de la actualidad, para llevar «consuelo» y «cercanía».
Sin embargo, una vez más, el fondo de esta visita contrasta con la realidad que nos rodea a muchos, así como con nuestras propias prioridades. Todos tenemos en mente ese destino exótico reservado para nuestro primer viaje «post-pandemia». Todos estamos deseando alejarnos del dolor. Y mientras en tantos contextos nos quejamos por las limitaciones impuestas, hacemos drama de un recorte de libertades individuales y somos manifiestamente incapaces de remar en la misma dirección por el bien común, el papa Francisco se acerca una «Iglesia mártir», lanzando un mensaje alto, claro y potente.
¿Dónde estamos como cristianos? ¿A quién nos estamos acercando y de quién nos estamos alejando en estos meses? ¿Hacia dónde miramos y a qué le damos la espalda?
Una vez más, antes de emprender el viaje el Papa nos pedía que le acompañemos con la oración. Ojalá sepamos también acompañarle con nuestros actos.