Lo importante y lo secundario
Ayer fue día triste en Bilbao. Todos sabíamos que venía un grupo de aficionados peligrosos y la ciudad había dado el toque de queda. Y pasó lo que todos temíamos. Inocencio Alonso García, de 50 años, ertzaina y natural de Ermua, no pudo volver a casa, porque dentro de los disturbios entró en paro cardiaco y no pudo salir del mismo. Mientras se jugaba el partido, me preguntaba qué tiene que suceder para que un partido no se juegue. Cómo puede un equipo seguir aceptando aficionados ultras en sus estadios, o dejando que se mezcle la pasión por un equipo con los enfrentamientos con hinchas ultras rivales.
Creo que hoy es un día para reflexionar, para darnos cuenta de que nuestras pasiones no pueden hacernos perder el norte. Siento lejísimos de mí el deseo de enfrentarme a nadie, mucho menos por motivos deportivos, pero sí que encuentro que a veces no se distinguir entre lo importante y lo secundario. Y por comodidad o mediocridad, muchas veces decido lo secundario. No quiero con esto criticar a nadie, pero hay que saber decir en algunos momentos que no tiene sentido celebrar un partido como el de ayer.
Muchos, ayer, nos dimos cuenta de que el fútbol es secundario, o mejor dicho, poco importante. Nuestra cabeza no estaba al fútbol y pensábamos en la familia del ertzaina fallecido: en su mujer; en sus hijos; o en su hermano, también ertzaina, que intentó socorrerle en el momento del infarto. Y no nos puede volver a suceder. Cuando tengamos otro momento en el que estemos ante algo importante o menos importante, deberíamos recordar a Inocencio, y recordar que en la vida hay pocas cosas que deben ser lo primero, que la vida es una de ellas, y que lo secundario es eso, secundario. Recemos por Inocencio, y por tantos que nos recuerdan que tenemos una vida para vivirla más centrados en lo importante.