Radicales
En las últimas semanas aparece con frecuencia en la prensa Donald Trump. Flamante candidato a la nominación republicana para las elecciones en Estados Unidos. La nominación es una carrera de fondo que, quienes no somos estadounidenses, vamos aprendiendo a descifrar a través de series y películas como Los idus de marzo o House of Cards.
Donald Trump se ha lanzado al ruedo con un eslogan: «Hagamos a América grande de nuevo», que es al tiempo crítica y promesa, queja y propósito. Cuando comenzó su campaña, para muchos era tan solo flor de un día. Empresario de éxito, conocido promotor del concurso de Miss Universo, también célebre por sus rifirrafes con Barack Obama, y hace ya más tiempo por un sonado divorcio que hizo las delicias de los tabloides norteamericanos. Sus primeras declaraciones en campaña, con descalificaciones brutales contra los mejicanos, le granjearon una avalancha de críticas y bastantes rescisiones de contratos para sus empresas. Tampoco cayó bien su manera de minusvalorar el papel de John Mac Cain –anterior candidato republicano– en la guerra de Vietnam. Pero, curiosamente, cuanto más se empeña en resultar provocador, agresivo y contundente, más se consolida como candidato destacado entre los republicanos que compiten por la nominación.
Habrá que ver la evolución de su candidatura. Habrá que ver si logra esa nominación. Y, en el caso de hacerlo, si eso no supone un empujón definitivo para los intereses de Hillary Clinton, presumible nominada en el bando demócrata. Pase lo que pase, lo que resulta al tiempo interesante y preocupante es la forma en que la política hoy en día se alimenta de polémicas, de declaraciones estridentes y de extremismos. ¿Es posible que estemos moviéndonos desde una época en que había que buscar lo políticamente correcto, a otra época en que lo que resulta atractivo es lo estridente, lo grosero, lo brutal? Crecen los radicalismos de todo cuño en buena parte del mundo occidental. El centrismo parece apelar poco a las sensibilidades modernas. El insulto es moneda de cambio común en declaraciones políticas. Vende más un buen titular que una realidad matizada y bien reflexionada.El auge del señor Trump lleva a pensar que esto se nos está yendo de las manos.
Hoy, más que nunca, hacen falta portavoces de concordia, buscadores de la verdad, sanadores de heridas y constructores de puentes. Ingenuidad para unos, estupidez para otros, pero para algunos, compromiso concreto y evangélico.